Buenas intenciones que causan daño:
5 errores que cometemos a la hora de gestionar la ansiedad
Sentir ansiedad en cada una de sus variables es muy desagradable y, en muchas ocasiones, da miedo. Muchos aprenden que puede ser una amenaza para la salud y que puede dar un infarto o incluso llegar a perder la cabeza. En general, intentamos manejarlo como podemos con las herramientas que tenemos, pero ¿de dónde vienen esas herramientas?
A través de nuestro entorno (la cultura, el colegio, la familia, etc.) aprendemos directa o indirectamente maneras de controlar las emociones y a etiquetar las cosas que nos pasan como buenas o malas, peligrosas o normales. A esto los psicólogos lo llamamos Historia de Aprendizaje. No es casualidad que en los tiempos que estamos viviendo en los que hay un gran aumento del modelo médico y la patologización de la ansiedad, es muy posible que aprendamos que ciertas emociones son malas y que se relacionan con enfermedad. En este caso, no nos queda otra opción más que quitárnosla como podamos.
Pedimos consejos, buscamos en internet y hacemos un montón de cosas para no sentir, pero el intentar no sentir ansiedad ¿sirve realmente para librarse de ella? ¿Has logrado dejar de sentir emociones desagradables? Probablemente no.
En la cultura popular (e incluso algunos profesionales) se dan muchos consejos para conseguir ser feliz y no sentir ansiedad. Lo que no tenemos en cuenta es que generalmente es “pan para hoy y hambre para mañana”; es decir, puede que a corto plazo funcionen, pero posteriormente vuelve a aparecer y nos acabamos convirtiendo en esclavos de esta.
Vamos a ver 5 “estrategias” que parecen buenas, pero nos acaban enredando en una espiral:
- Evitar las situaciones que me generan ansiedad. Claro, tontos no somos, si salimos corriendo de lo que nos da miedo, no lo sentimos, pero.. esto no hace que el miedo desaparezca para siempre y lo peor de todo es que, si eso que se está evitando es importante para la persona, está perdiendo algo muy valioso en su vida: se deja de vivir para no sentir.
- Intentar “tranquilizarme” a través de autoverbalizaciones como: no te pongas así, no es para tanto. Esto es un “tía, no te rayes” en toda regla. Invalidar nuestras emociones y machacarnos por sentir, no es lo que más tranquiliza precisamente. Resultado: más ansiedad.
- Fingir que está todo bien y que no pasa nada, que somos fuertes. En este caso nos estamos convirtiendo en actores y actrices. Puede parecer que estamos tranquilos, pero simplemente el esfuerzo y la presión de intentar parecerlo ya es ansiógeno y nos estamos generando otro problema. Además, estamos perpetuando la terrible creencia de que las personas fuertes son aquellas que no sienten.
- Patologizar la ansiedad como si de un virus se tratara. Si interpretamos las emociones como una enfermedad, estamos perdidos. ¿Cuál es el resultado? Le cogemos miedo a la ansiedad, generando más ansiedad por el hecho de sentir ansiedad y entramos en un bucle difícil de salir.
- Responder al servicio de los pensamientos que se me pasan por la cabeza en momentos de ansiedad. Por ejemplo: y si has dejado el fuego encendido, y si se ríen de mi por contar una anécdota. Si nos enredamos en esos pensamientos y hacemos lo que nos dicen nos volvemos a meter en la espiral de “alivio a corto plazo y mayor malestar posterior”.
¿Entonces qué hago?
El manejo de las emociones se trata de un proceso de aprendizaje como aprender a escribir o a conducir, por lo que es casi imposible aprenderlo de un día a otro a través de unos consejos. Además, la mayoría de los adultos nunca lo han practicado, por lo que sería empezar de cero, llevando además toda su vida haciendo otra cosa.
Para empezar a aprender a relacionarnos de otra manera con lo que sentimos, es importante recordar que las emociones son aliadas, normales y forman parte de nosotras. Sirven para algo. Sin embargo, es normal que cueste mucho y no se consiga hacer solo. Para ello estamos los profesionales de la salud mental: para apoyar, guiar y acompañar en el proceso de aprendizaje del manejo emocional con cada caso individualizado.
Si sientes que necesitas ayuda, estaré encantada de escucharte.