Mi vida no iba bien, vivía enfadada (sobre todo con la gente que más quiero) a pesar de que me convencía cada día de que con mis conocimientos, medios, trabajo, familia o salud, TENIA QUE SER FELIZ. Tenía que divertirme y pasarlo guay pero no lo conseguía. Me sentía «mala gente». Me sentía amargada por dentro y muy exigente con mi hijo. Sin embargo, conectaba con mi alumnado maravillosamente y eso me entristecía un montón. Me sentía un FRAUDE.
Al principio quería salir corriendo con mi cuerpo y con mi mente, literal.
No lo hice y cada día trabajaba los ejercicios entre sesiones que me mandabas. Entonces me vi, sin juicios y empecé a quererme tal cual, porque perseguir la perfección no es vivir, amarga, como antes de trabajar contigo.
Ahora siento que todo encaja, que muchas veces ni siquiera depende de mi que las cosas salgan bien o no. Me siento tranquila, feliz, conviviendo con las emociones diarias que surgen, sin juzgarme.
Las batallas laborales, familiares y con amigos del día a día siguen existiendo, aunque ahora convivo con ellas sin amargarme.
Las emociones me provocan diferentes estados de ánimo, he dejado de vivir al servicio de ellas sin anularlas.
Si, estás palabras son la expresión física de mucho trabajo y paciencia, de reflexiones, risas y lágrimas. Trabajar contigo es lo que de verdad genera el cambio y materializarlo al 100% con palabras es arduo.